Un científico estaba trabajando en su laboratorio cuando entró su hijo de cinco años, dispuesto a ayudarle. El científico, que tenía mucho trabajo y no quería ser interrumpido, pensó en darle un entretenimiento al niño para que no lo molestase. Recortó de una revista un mapa del mundo, lo cortó en muchos trocitos y se lo dio a su hijo junto con cinta adhesiva para que lo recompusiera. Como no había visto nunca ese mapa, el científico pensó que tardaría horas en hacerlo.
Tamaña fue su sorpresa cuando, al cabo de unos minutos el niño le dijo:
-¡Ya está papá, ya lo terminé!
El científico se quedó sorprendido por unos momentos, pero se giró pensando que no vería más que una chapuza típica de un niño de cinco años. Sin embargo, el niño le mostraba el puzzle totalmente hecho y con todas las piezas en su sitio. Le preguntó asombrado:
-¿Cómo lo has hecho, hijo?
-¡Muy fácil, papá! Cuando lo recortaste de la revista, me di cuenta de que, por detrás del mapa, había dibujado un hombre. Cuando me diste los trocitos, les di la vuelta e hice el rompecabezas del hombre. Cuando terminé de arreglar el hombre, me di cuenta de que había arreglado el mundo...
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