Los dientes del perro y el barro del alfarero




Jesús llegó una tarde a las puertas de una ciudad e hizo pasar adelante a sus discípulos para preparar la cena. Él, inclinado siempre al bien y a la caridad, se internó por las calles hasta la plaza del mercado.


Allí vio en un rincón algunas personas agrupadas que contemplaban un objeto en el suelo, y se acercó para ver qué cosa podía llamarles tanto la atención.


Era un perro muerto, atado al cuello por la cuerda que había servido para arrastrarle por el lodo. Jamás cosa más vil, más repugnante, más impura se había ofrecido a los ojos de los hombres. Y todos los que estaban en el grupo miraban hacia el suelo con desagrado.


--Esto contamina el aire -dijo uno de los presentes.


--Este animal putrefacto estorbará la vía por mucho tiempo -dijo otro.


--Miren su piel -dijo un tercero--: no hay un solo fragmento que pueda aprovecharse para cortar unas sandalias.


--Y sus orejas -exclamó un cuarto- son asquerosas y están llenas de sangre.


--Habrá sido ahorcado por un ladrón -añadió otro.


Jesús los escuchó, y dirigiendo una mirada de compasión al animal, dijo:


--¡Qué hermosos dientes tenía!


 Adaptación del cuento “El perro muerto”, de León Tolstoi (1828-1910).
Tomado de Cuentos escogidos, Editorial Porrúa, México


Este relato nos habla de la forma en que miramos tanto la vida como  las cosas que hay en ella. Estar atentos a descubrir lo bueno y lo positivo aun en aquellas circunstancias desagradables y pavorosas. Mirar amorosamente lo que nos rodea, con optimismo, sin dudas nos permite ir descubriendo las perlas de la vida: lo bello en lo feo, la luz en la oscuridad, la esperanza en la desesperación, la firmeza en la inseguridad...


Esa mirada misericordiosa, de amor, me recuerda la mirada del alfarero. Él es capaz de ver la belleza escondida que hay en ese barro que muchos evitan y desprecian. No duda en tomarlo entre sus manos, no le importa "ensuciarse". Acaricia la informe masa de arcilla, la moldea pacientemente hasta lograr líneas verdaderamente armoniosas. Así, el insignificante barro va convirtiéndose poco a poco en una hermosa obra ante la mirada amorosa y compasiva de su creador.


¡Sean este texto y esta sencilla reflexión una invitación para caminar por este mundo intentando descubrir a nuestro paso "los dientes del perro" y mirando el barro de nuestro camino con ojos de alfarero!


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No todo es lo que parece...



Con este breve relato, la actriz rioplatense, China Zorrilla, solía cerrar uno de sus espectáculos. Quedó grabado en mi memoria desde que se lo escuché recitar en alguna de las tantas entrevistas televisivas.




Lo colgaron de los pies, estaba cubierto de sangre, tenía frío. 
Lo golpearon. 
Un dolor lacerante le atravesó el pecho. 
Lo golpearon. 
Se ahogaba. Entonces casi enseguida lloró y aulló su miedo. 
No entendió, no sabía de palabras cuando alguien inmediatamente dijo: 
“¡Es un varón, señora!”.


Un hermoso texto que nos invita a reflexionar que en algunos casos no todo es lo que parece, y que, aquello que se nos presenta terrible y oscuro en un principio, al final puede dar un vuelco inesperado y encerrar un verdadero mensaje de vida y esperanza. 

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Diario de una "canción"








Supongo que no es muy común escribir el diario de una canción y mucho menos encontrar quién quiera leerlo. Pero si has llegado hasta aquí, es que algo de curiosidad debe haberte causado. Va entonces la "crónica de una composición esperada" y "lo que ella me dejó" (cualquier semejanza con títulos de libros o películas es pura coincidencia). Así nació "Corazón de barro", el último tema de mi disco. 






Febrero de 2010…


Después de muchos años, me dispongo nuevamente a componer. El décimo tema del disco debe estar terminado cuanto antes para comenzar a grabar. La fecha está fijada. El apremio, los nervios y la ansiedad me sobrevienen. Acostumbrada a moverme en el mundo de las letras, dejarme transportar en el tiempo de la mano de los clásicos, recorrer sus versos y perderme en los mil y un giros literarios, caigo en la cuenta, como alguna vez, de que leer y analizar poesía no significa saber hacerla. Y es que... ¡yo no soy poeta!. Decido, entonces, tomar mi guitarra, dormida desde hace un tiempo, y como otras tantas veces, comenzar probando algunos acordes. 


Busco notas nuevas, combinaciones impensadas. No tengo claro qué va a surgir, pero hay una necesidad que me mueve a componer algo diferente a lo ya hecho. Sin dudarlo, sigo ese impulso innovador. Pero, qué complicado es intentar componer una melodía sin conocer aún su letra. Inmediatamente tomo conciencia de que… tampoco soy música. Las negras y las corcheas son sólo recuerdos de aquellas lejanas clases de música del secundario. A pesar de todo, sigo adelante y emprendo el desafío.


Marzo de 2010…


La melodía está terminada. Me gusta. La tarareo de tanto en tanto para interiorizarla, sentirla. Llega el momento de buscar las palabras que ella me inspire. Quiero que esta canción sea la versión musical de un cuento que escribí alguna vez y que probablemente dé a conocer junto con el disco. La temática es clara: el barro y el alfarero. Comienzan a surgir algunas palabras, una que otra frase que rápidamente anoto en el primer papel que encuentro. ¡La cuestión es no dejarlas escapar! Ante mí, un nuevo desafío: contar en versos una historia, combinar las palabras, adecuar las frases a la métrica de la canción…
Los días van pasando mientras intento escribir algo “digno”. Pero no hay caso, no puedo, no me sale, nada me convence de lo poco que llevo escrito.




Abril de 2010…


Arranca el mes con una fecha muy especial: la Semana Santa. La espiritualidad de la Pascua comienza a sentirse. Pero mi mente está lejos, inquieta: estoy a una semana de comenzar a grabar. Nunca entré a un estudio de grabación. ¡Eso es para verdaderos cantantes! Me asaltan las preguntas: ¿Cómo será? ¿Qué haré? ¿Quiénes estarán? ¿Y si desafino o me olvido la letra? Me había propuesto tener terminada la última canción para este primer encuentro de grabación. Pero, evidentemente, mi propósito quedará sin cumplir.


Es Viernes Santo. Una mezcla de quietud y recogimiento propio de este día me invaden. Hay algo en mi interior que me lleva de nuevo a la canción. Tengo una melodía terminada y me gusta. Pero, ¿cómo puede ser que no llegue a mi corazón la letra que pueda llenar esa estructura musical? Parece que las palabras siguen encaprichadas y no quieren participar de esta canción. Frustración, desgano, impotencia. Me pongo entonces a "reflexionar" seriamente sobre lo que quiero contar: el milagro del barro convertido en cántaro. 




De pronto, viene a mi mente una imagen: la imagen de ese barro que, siendo trabajado en la rueda del alfarero, muchas veces se deshace, se deforma, se rebela... pero, sin embargo, no es desechado ni reemplazado por otra masa de arcilla. Veo en la escena cómo el alfarero, con paciencia, junta sus pedazos, los vuelve a mezclar, los funde, los humedece y los transforma en una nueva masa para comenzar una vez más a moldearlo. La imagen me sobrevuela recurrente, y me doy cuenta de que puede ser una señal, quizás una señal del gran Alfarero. Al fin comprendo que lo que debo hacer es "desarmar" la melodía creada, mezclar sus acordes, incorporar nuevas notas y, como el alfarero,  volver a empezar.


Han pasado ya algunas horas. No lo puedo creer, la emoción es intensa: una melodía nueva ha nacido a partir de aquélla, pero con un ritmo totalmente diferente. Es como si hubiera surgido un nuevo "cántaro" dispuesto a ser llenado.


Ya es Sábado Santo, a pocas horas del Domingo de Resurrección. Retomo la nueva melodía. ¡Me gusta, y mucho más que la anterior! Comienzan a brotar las primeras palabras casi como si alguien me las dictara. Una a una se deslizan sin esfuerzo sobre la melodía, como gotas de agua cayendo sobre la vasija recién creada. El hecho es revelador: la canción más joven del disco me invita a ver que, como ella, cada una de las anteriores, ha sido también como ese barro que llegó a ser cántaro. Cada una con su propia forma, con una manera diferente de "nacer" y decir...




Siento que se renuevan en mí las ganas y surge una energía diferente. Canto y escribo casi a la par. Estoy contenta, feliz. Mi cuarto se inunda de una musicalidad especial. Dejo un instante la guitarra sobre mi cama y me digo: “Misión cumplida, sólo falta darle un nombre a este disco. ¿De qué puede tratar?” La respuesta no se hace esperar y reverbera como eco una voz en mi corazón: "De cántaros y cantares".























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La "sesión" de fotos para el disco

Más que una "sesión de fotos", fue un verdadero encuentro con la naturaleza, la oportunidad de descubrir un rincón bucólico, prácticamente ignoto y oculto en la ciudad, dejarse transportar por la magia de sus rincones y llenarse de un silencio profundamente inspirador... Mi agradecimiento a la Familia Nores (Quinta Santa Isabel) por abrir generosamente sus puertas y a Ana María Traversaro por plasmar en las fotos la belleza del lugar.

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¡A cántaro lleno!



Este es un nuevo espacio para compartir y comunicarnos. Si bien en cada sección de este blog, puedes dejar un comentario, me pareció una buena idea tener este rincón, un "cántaro" reservado especialmente para saludos o comentarios generales. ¡Me gustará conocer cómo te has sentido al recorrer este sitio y todo lo que quieras compartir! Anímate y cuéntame. ¡Será lindo ver cada mañana este cántaro lleno!


No te olvides de poner tu nombre, así sabré quién eres.



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