Supongo que no es muy común escribir el diario de una canción y mucho menos encontrar quién quiera leerlo. Pero si has llegado hasta aquí, es que algo de curiosidad debe haberte causado. Va entonces la "crónica de una composición esperada" y "lo que ella me dejó" (cualquier semejanza con títulos de libros o películas es pura coincidencia). Así nació "Corazón de barro", el último tema de mi disco.
Febrero de 2010…
Después de muchos años, me dispongo nuevamente a componer. El décimo tema del disco debe estar terminado cuanto antes para comenzar a grabar. La fecha está fijada. El apremio, los nervios y la ansiedad me sobrevienen. Acostumbrada a moverme en el mundo de las letras, dejarme transportar en el tiempo de la mano de los clásicos, recorrer sus versos y perderme en los mil y un giros literarios, caigo en la cuenta, como alguna vez, de que leer y analizar poesía no significa saber hacerla. Y es que... ¡yo no soy poeta!. Decido, entonces, tomar mi guitarra, dormida desde hace un tiempo, y como otras tantas veces, comenzar probando algunos acordes.

Busco notas nuevas, combinaciones impensadas. No tengo claro qué va a surgir, pero hay una necesidad que me mueve a componer algo diferente a lo ya hecho. Sin dudarlo, sigo ese impulso innovador. Pero, qué complicado es intentar componer una melodía sin conocer aún su letra. Inmediatamente tomo conciencia de que… tampoco soy música. Las negras y las corcheas son sólo recuerdos de aquellas lejanas clases de música del secundario. A pesar de todo, sigo adelante y emprendo el desafío.
Marzo de 2010…

Los días van pasando mientras intento escribir algo “digno”. Pero no hay caso, no puedo, no me sale, nada me convence de lo poco que llevo escrito.
Abril de 2010…
Arranca el mes con una fecha muy especial: la Semana Santa. La espiritualidad de la Pascua comienza a sentirse. Pero mi mente está lejos, inquieta: estoy a una semana de comenzar a grabar. Nunca entré a un estudio de grabación. ¡Eso es para verdaderos cantantes! Me asaltan las preguntas: ¿Cómo será? ¿Qué haré? ¿Quiénes estarán? ¿Y si desafino o me olvido la letra? Me había propuesto tener terminada la última canción para este primer encuentro de grabación. Pero, evidentemente, mi propósito quedará sin cumplir.


Han pasado ya algunas horas. No lo puedo creer, la emoción es intensa: una melodía nueva ha nacido a partir de aquélla, pero con un ritmo totalmente diferente. Es como si hubiera surgido un nuevo "cántaro" dispuesto a ser llenado.

Siento que se renuevan en mí las ganas y surge una energía diferente. Canto y escribo casi a la par. Estoy contenta, feliz. Mi cuarto se inunda de una musicalidad especial. Dejo un instante la guitarra sobre mi cama y me digo: “Misión cumplida, sólo falta darle un nombre a este disco. ¿De qué puede tratar?” La respuesta no se hace esperar y reverbera como eco una voz en mi corazón: "De cántaros y cantares".
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